miércoles, 1 de julio de 2009

Vida de perro

Un pañuelo manchado con labial, era el único recuerdo que le quedaba de su mujer. Desde el día en que ella se marchó, Esalí nunca más volvió a ser el mismo. Antes de su partida era un hombre alegre, animado y feliz, pero ya no quedaba nada de ese sujeto. Ya no salía de su casa, no sonreía, y no se relacionaba con nadie, su único amigo era un vaso de ginebra.
Su hogar se convirtió en su refugio. Con el tiempo esa hermosa casa, que causaba la envidia de todos sus vecinos, se convirtió en una cueva. Las plantas se fueron muriendo; el polvo y los insectos invadieron todos los rincones. Un olor nauseabundo se impregnó en cada cama, en cada mueble, en cada pared. El estado de Esali era igual de deplorable. Pasaba días enteros sin higienizarse, tenía el aspecto de un moribundo. Había regalado toda su ropa y ya no le quedaba ni un zapato en buen estado. El poco dinero que tenía lo gastaba en ginebra. Por las noches no dormía, pasaba las horas frente al televisor bebiendo. Se sentía desdichado, no recordaba cuando había sido la última vez que descansó tranquilo. Deseaba tanto poder dormir y soñar con otra realidad. Sentía que la falta de sueño lo estaba enloqueciendo.
En una de esas tantas noches de insomnio, Esali creyó haber encontrado la cura a su problema para dormir. La solución había llegado a través de la televisión, que anunciaba un producto prometiendo terminar con todos los males. Se trataba de un pequeño libro con cualidades mágicas. Esali estaba seguro de que ese libro lo iba a ayudar. Sentía la necesidad de tenerlo. Aunque no le alcanzaba el dinero para comprarlo, estaba dispuesto a conseguirlo de cualquier manera, así fuese robándolo.
Tomó el arma que guardaba en su mesita de luz y se dirigió hacia la calle. Habían pasado casi seis meses desde la última vez que había salido al exterior, y ahora a diferencia de esa época, hacia frío, era pleno invierno.
Caminó un largo rato hasta que por fin se detuvo. Se frenó ante una puerta pintada de azul brillante con un cartel que señalaba que allí se vendía el libro que curaba todos los males.
Empujó suavemente la puerta y entró. Un amable vendedor se acercó y le anunció que ya habían cerrado y debía volver al día siguiente. Esali asintió con la cabeza sin decir una sola palabra. Pero cuando el vendedor volteó, lo tomó por la espalda y lo amenazó con su arma. El hombre temblando de miedo buscó el libro y lo entregó. Esali lo tomó y velozmente se dio a la fuga. Corrió lo más rápido que pudo, estaba ansioso por comenzar a leerlo y así terminar con sus problemas.
Llegó a su casa casi sin aliento. Cuando por fin recobró el aire, tomó el libro y lo observó detalladamente; en sus manos tenía la cura de su insomnio y desdicha. La tapa era negra y el título se asomaba en letra tamaño quince, con una forma media, agradable a la vista y motivando a la lectura. En su contratapa había un breve resumen de la historia y fragmentos de las críticas que le habían hecho. Era un libro pequeño, pero pesado por sus trecientas hojas. Tenía un olor mezcla de viejo con nuevo. Su aspecto era sencillo, nada daba indicios de que se trataba de algo mágico.
Esali comenzó a leerlo. El protagonista de este cuento era un perro negro callejero llamado Matías, que vivía en un pueblito del interior. A lo largo de los capítulos se narraba toda clase de aventuras que el animal iba teniendo. En un primer momento, Esali sintió envidia de la vida de ese perro callejero, de su libertad y de sus pocas preocupaciones, deseó ser ese canino y poder vivir una tranquila vida de perros.
No paró ni un segundo de leer, estaba fascinado con la vida de este particular personaje. Le llevó una semana terminarlo, y cuando por fin lo hizo, el sueño llegó de inmediato.
Esa primera noche durmió como hacia mucho tiempo no dormía. En su sueño revivió las aventuras de Matías, pero esta vez, él ocupaba el lugar del perro; Esali sintió cada vivencia de Matías en primera persona.
Al despertarse ya no era el mismo. Se sentía diferente, no quería permanecer ni un segundo más en esa casa que se había convertido en oscura y deprimente. Tenía la necesidad de salir al aire libre y caminar. Esali quedó sorprendido con lo que le estaba pasando, creyó que el libro realmente era mágico y lo estaba ayudando a salir de esa vida monótona que había llevado hasta ese momento. Vagó sin rumbo todo el dia; al anochecer el cansancio lo venció y se tiró a dormir en una plaza cercana. Volvió a soñar con el perro, al igual que la noche anterior y otra vez él ocupaba el lugar del animal.
A la mañana siguiente siguió viajando sin destino fijo. De repente se detuvo, un aroma delicioso llegaba hasta él. No estaba seguro qué era ni de donde venia, pero le había abierto de manera increíble el apetito. Siguió caminando hacia donde el olor lo llevaba, cada vez se hacia mas fuerte y pudo distinguir que se trataba de carne. Recorrió largas cuadras antes de encontrar el lugar del cual provenía ese aroma. Esalí se sorprendió al notar que pudo sentir el olor de la carne desde tan lejos, pero en ese momento no le dio demasiada importancia al asunto, estaba desesperado por comer.
Nunca más volvió a su casa, ni pensó en ella. Ahora se dedicaba a recorrer la ciudad, dejó atrás su viejo vicio de la bebida, podía dormir en paz y ya no recordaba a la mujer que le había hecho tanto mal. Se sentía feliz de tener esa vida despreocupada y relajada que tanto le envidiaba al perro de su libro mágico.
Todas las noches soñaba que era Matías, y todas las mañanas se encontraba mas lejos de ese hombre que habia sido. Con el correr de los días, se dieron ciertos cambios en su aspecto físico. El color de su piel y su cabello se tornaron cada vez más y más oscuros. El vello de sus piernas y espalda se hizo más frondoso. Hasta sus dientes sufrieron cambios, los colmillos se le afilaron poco a poco. Esali era conciente de que todas las mañanas sufría transformaciones nuevas, pero esto no le preocupaba, ni le asustaba, se sentía cómodo con lo que le estaba pasando.
Creía que lo que sucedía se debía al nuevo tipo de vida que llevaba. Consideraba normal que su piel se oscureciera ya que pasaba el día entero expuesto al sol; que sus dientes se afilaran lo relacionaba con el hecho de que ahora sólo contaba con ellos para comer. Estaba agradecido por lo que el libro había hecho en él, le dio una nueva visión de las cosas, le regaló el cambió que tanto buscaba. Lo demás era irrelevante.
Una noche el sueño recurrente de Esalí cambió, no soñó con Matías, sino con él mismo. Se vio frente a un espejo roto despidiéndose de alguien, desándole buena suerte. Se despertó exaltado, no recordaba nada de lo que había soñado pero se sentía completamente diferente.
Cuando quiso levantarse de donde estaba recostado, se dio cuenta de que no podía caminar sobre sus dos piernas, no poseía ni manos ni pies, ahora tenía patas. El cuerpo se le había llenado de pelos negros, la boca se transformó en hocico. Sus orejas se alargaron y volvieron puntiagudas. Intentó gritar y en su lugar emitió un ladrido. Podía correr y saltar de una manera que nunca antes pudo. Esali comprendió todo y en ese instante pudo recordar su último sueño. El libro realmente era mágico y le había dado mucho más de lo que él podía esperar. Tomó el lugar de ese perro que tanto envidió, ahora era Matías y vivía una tranquila vida de perro, despreocupado, libre y feliz.

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